lunes, 15 de mayo de 2017

Lágrimas



Pienso mucho en las debilidades humanas. Quién no intentaba disfrazarlas por miedo de que no nos acepten con nuestros defectos? Cuantas veces vamos tan preocupados por lo que nos perdonen esas imperfecciones que tenemos todos, que olvidamos de que somos nosotros quien tiene que saber perdonarnos cada una de ellas. A mí siempre me era más fácil esconder mis dolores, que sacarlas a la vista de otros. Al menos así fue hasta el momento, en el que me he dado cuenta de que no hay nada vergonzoso en llorar y que las lágrimas, siendo el agua contaminada por nuestros temores, forman parte de la naturaleza humana y demuestran nuestra capacidad de sentir. 

Ahí, de donde vengo, no se suele soltar, sino que más bien tragar lágrimas. Nos lo iban inculcando desde pequeños con ese "qué van a pensar de ti si te pillan llorando?" y así vamos caminando por la vida con miedo de parecer débiles, flojos, vulnerables. Nos han enseñado que lo vulnerable siempre está condenado al fracaso, que lo frágil siempre corre riesgo de romperse al caer, que la sociedad excluye de la cadena unos enlaces menos sólidos. Y así nos va, callamos lo que guardamos dentro, cultivando toda la variedad de un sufrimiento interior bloqueando nuestra felicidad.  

Un día, ya construyendo mi nueva vida por aquí, alguien me dijo que al demostrar mis debilidades, nunca voy a ser aceptada en esta sociedad. Me enfadé. Sentí rabia. Me negué a creerlo. Pero se me ha quedado dentro, ese veneno inyectado en mi conciencia que actualizó y puso en marcha todos los mecanismos de defensa y todas las creencias que guardan mis raíces. Pero no creo que seamos tan distintos a la hora de sufrir. La única diferencia es que, tal vez, nos ha tocado sufrir un poco más y ya hemos aprendido el valor del sentimiento puro, sea una alegría, o sea un dolor. Tal vez, ya se nos ha hecho tan claro y evidente, lo que el dolor es una reacción natural y negarlo sería anular el valor e importancia de aquello por lo que sufrimos. 

Debemos sentir el dolor, aunque las manifestaciones somáticas que provoca, los mecanismos de defensa que activa, pueden ser tan diversos como lo diferente y único que es cada uno de nosotros. Y, pensando en esas formas de digerir los dolores por nuestro "yo", pienso también en como solemos aceptar el dolor del "otro", en lo tolerantes y comprensivos que somos. No soy un buen ejemplo de la tolerancia, ni tampoco puedo decir que nunca me marchaba donde tenía que quedar. Igual que no siempre mis intentos de ayudar eras aceptados. Vivimos aprendiendo. 

Pero ayer, en una companía de mis compañeros, me he dado cuenta de la poca tolerancia que se me ha quedado dentro, cuando no pude resistir de expresar mi opinión (reconozco que bastante radical) sobre ese acto hipócrita que considero ser una organización de la Eurovisión en mi país. La respuesta a mi largo monólogo ha sido: "Vale, mucha gente sufre pero no significa que tenemos que amargarnos nosotros, no todo en la vida es sufrir". Me callé, como cierran la boca aquellos que acaban de comprender que habían lanzado un grito donde no se va a oir. Es que no sabemos llorar las penas ajenas, tampoco lo sé hacer yo, y tal vez es también algo natural. A veces pienso que la palabra "empatía" ha sido inventada por aquellos que no toleran sus propias debilidades, que sea nada más que una máscara para disfrazar su indiferencia. No sé, quizás es más fácil rechazar que reconocer que somos incapaces de sentir el dolor del otro. Creo que ahí es donde nacen los prejuicios. Preferimos descalificar lo débil, alejarnos de ello a tal distancia que sea suficiente para no ver nuestro reflejo en unas lágrimas que se van deslizando por una mejilla ajena. No sé. Pero lo que sé hoy día es que antes de poner etiquetas, nos enteramos bien del contenido para ponerle el nombre correcto. 


2 comentarios:

  1. Pues me parece que está muy bien escrito y dicho.
    Expresar lo que se siente, aunque a veces, puedan ser emociones personales, dolores físicos o incluso del alma, no es una debilidad, es una grandeza humana, una poética virtud.
    Un beso...

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