lunes, 24 de octubre de 2016

Sobre el poder de los deseos


“Los sueños se cumplen allí donde creen en ellos”, así decimos en mis tierras. Llevo unos días raros que me hacen volver a reflexionar sobre la importancia de soñar. Sin haberme atrevido a soñar un día, no habría estado donde estoy, pero cuantas veces nos paramos y no avanzamos en algo sólo porque las leyes de la realidad (de hecho, ¿dónde están escritas?) nos dicen que este algo es imposible, sin darnos cuenta de que en realidad todo es posible, lo imposible sólo puede tardar un poquito más en llegar. Pero lo más curioso es como se cumplen los deseos. Muchas veces digo que si existe ese el Universo, pues tiene un buen sentido de humor. Tal vez, a la hora de pedir un deseo, se trata de formularlo con toda la claridad, especificando detalles, plazos o lugar de entrega, como si hicieramos un pedido a domicilio. 

Estos días, uno de los deseos de mi infancia quisó cumplirse de una manera tan inesperada que ya nisiquiera me acordaba de que un día muy lejano había pronunciado aquel deseo en voz alta. Me lo  ha recordado hoy mi madre quien a mis cinco años (¡!) me llevó a un círculo teatral de nuestra ciudad que me aceptó y en cuyo escenario hice mis primeros papeles en unos espectáculos infantiles. Fuí una Caperucita Roja, una Blancanieves, uno de Los Tres Cerditos, e incluso (graciosamente) un mono de "Maugli". A mis catorce años formé parte del grupo teatral del colegio donde estudiaba con el que hicimos unas pequeñas giras por la región. Lo curioso de la vida es que mi deseo pronunciado incluso se quedó grabado, en un vídeo de despedida del bachillerato, cuando antes de comenzar un nuevo camino universitario, nos hicieron una especie de la entrevista para memorizar el momento. Y ahí, a una pregunta clásica “qué es lo que te gustaria llegar a ser?” contesté lo siguiente: 

“Sé que voy a estudiar filología que me apasiona, sé que haré todo para conseguir organizar mi vida profesional tal como la veo yo, sé que un día llegaré a conocer ese país cuya lengua curiosamente hablo, sé que intentaré llegar a ser una buena profesora, pero no sé si un día tendré oportunidad de realizarme en el escenario teatral, lo que me gustaría mucho hacer. Bueno, la vida dirá” 

Tenía 16 años recien cumplidos. Mis palabras se quedaron grabados en uno de esos vídeos (y por lo visto en el Universo) que una vez vistos tras unos años y décadas, te provocan una risa cariñosa. Hasta hoy día, en ningún momento de mi vida me acordaba de aquel episodio, nunca he vuelto a pensar en el teatro, ni volvía a recordar aquellos deseos inocentes. Y es curioso como la vida te hace recordarlo, como si te pusiera frente al espejo en el que puedes verte a ti, con todos tus deseos, ilusiones y sueños olvidados. 

Hoy, cuando me entregaron (practicamente a fuerza) el guión nisiquiera estuve nerviosa, nisiquiera sabía qué (y cómo) hacer con este trozo de papel. Me estaba divertiendo. Y no tengo ni menor idea de cómo he conseguido interpretarlo de una manera que no me echaron del escenario. No sabía ni donde hacer pausas, ni escalaciones de intonación, cada vez repitiendo a esa gente (que nisiquiera me he dado cuenta de como ha aparecido en mi vida) que no voy a poder, que se equivocan, que no es lo mío, que no tengo ningunas capacidades, pero es como si no me hubieran escuchado nada y no tuve más remedio que dejarme llevar. Y lo hice. Y me pidieron que siguiese...

Siempre me sorprende la capacidad de la mente que es capáz de guardar información en algún cajón del olvido hasta un momento dado cuando te ves en una situación de aplicar lo aprendido. Así hasta he recordado un trabalenguas que, siendo chiquillos, nos hacían repetir cada vez antes de actuar

“ot tópota kopít pil pó polu letit”

Y una vez acabado el texto, tuve impulso de salir corriendo y escribirlo contando como anécdota del día a alguien muy querido, pero de alguna manera incontenible ese vorágine surrealista me seguía envolviendo y no me dejaba escapar. Y allí me quedaba, pensando en lo curioso que es la vida, que te devuelve tus deseos una vez pedidos, cuando menos lo esperas, cuando ya nisiquiera los deseas, cuando nisiquiera te vez en ello, pero lo más importante y lo más bonito de todo esto es lo que te los devuelve siempre, de una u otra manera, basta sólo desearlo en algún momento de tu vida con toda la fuerza del corazón. Y, sinceramente, no sé si mi camino debe dar una vuelta tan radical para que me dedique al teatro, pero lo más importante es que estos días una vez más me hicieron acordar de ese poder que tiene el Universo, sobre lo importante que es soñar. Y es lo que inspira mucho. Y me siento muy agradecida a mi Universo por haberme recordado que los sueños sí se cumplen. Pues a seguir soñando! 

1988, Caperucita Roja :-)
1999, a ver quien me reconoce :-)




2 comentarios:

  1. Pues sigue soñando siempre porque una vida sin sueños, no es vida.
    Muy bello. Gracias.
    Un saludo

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