Una de mis tareas pendientes de
cada día es encontrar mi bienestar interior. No es lo mismo que estar cómoda,
ni es estar a gusto en el momento, es algo más complejo y más difícil de
conseguir. Porque curiosamente, mi propio bienestar depende del bienestar de
todas las personas a las que quiero. Pocas veces consigo estar bien si sé que
mis seres queridos no lo están y saber que no puedo aportar nada al bienestar
suyo, me hace imposible esta tarea de estar bien conmigo misma. Así de complicado es este
mecanismo de mi propio bienestar.
Esta tarde hablaba con mi padre,
gracias a las tecnologías de hoy, le he podido ver en compañía de los amigos (una familia de los vecinos nuestros), de un perro y de un gran león de peluche
que parecía aquel León (Lev) mío al que me regalaron cuando todavía era más
grande que yo. A través de la cámara, se me ha transmitido todo el calor
hogareño de una casa cálida con chimenea, el olor a los platos caseros y a un
té con manzana y canela. Incluso he podido escuchar el susurro
de miles de los saltamontes que acompañan las noches en esas tierras que
todavía recuerdan lo que es paz. Y aquí, a miles de kilómetros de donde se ha quedado mi
pasado, por las tardes me quedo escuchando por teléfono ese tímido canto que es
la música de mi infancia.
Me hago más sensible cada vez que pienso de lo que
pasó, cada vez que me veo tan aislada, en este mundo que acepta, pero no acoge... que
quita, pero no da... cada vez que veo a las familias, a los padres, hijos,
abuelos, que sí hablan diferente idioma, pero en el fondo son iguales a la mía,
e igual como mis padres a mí, a sus hijos desean mucho más que “lo que sea”,
“como sea”, “donde sea” o “con quien sea”. Padres que hicieron todo lo posible
para que sus hijos pudiesen tener un buen start en la vida que está llena de
los escenarios inesperados, imposibles de prever. Y ahora, más que a mi propia impotencia, me duele
ver a mi padre sufrir por no poder cambiar nada, por no poder seguir siendo ese
apoyo sólido que siempre ha sido para mí, aunque no dejo de hacerle sentir que
lo sigue siendo, porque así es.
Pero más allá de estos
pensamientos siempre dolorosos, los momentos en los que consigo casi tocar a lo
mío, me llenan del calor que me falta tanto, porque cuatro años sin sentir el
calor... es mucho. Sinceramente mucho.
Emocionalmente bello y poético. No es fácil transmitir un sentimiento con palabras. Tú lo haces.
ResponderEliminargracias.
mi beso...
Gracias. Son sentimientos acumulados. Mi beso...
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