Despertarse a las 5.00 de la mañana...
encender la luz de noche... hacer un té de frutas del bosque... asomarse a la
ventana para respirar el aire de la noche otoñal... atravesar unos metros cuadrados
de mi espacio... coger un libro... cerrar un libro... coger un bolígrafo...
dejar un bolígrafo... sentarse en el sofá... levantarse del sofá y seguir
acumulando metros cuadrados... mirar el reloj... asombrarse... hacer otro trago
caliente... encender el ordenador... qué mejor que trabajar por las noches... poner
la radio italiana, acompañante fiel de mis insomnios... envolverse en una manta
y quedarse mirando el cielo nocturno en busca de la Osa Menor... Cuando me
pasaba en mi vida anterior, al asomarme a la ventana de mi casa, me inundaba el
profundo verde de los árboles vestidos de las luces doradas de mis
farolas... ahora sólo veo el ladrillo y un buen e inapreciable trocito del cielo en
el que me pongo a pintar cuadros de mi imaginación... Noches de insomnio... quien sabe de donde vienen y quien sabe adonde se van... Pero vale la pena
quedarse despierto a las horas todavía nocturnas para sentir ese algo, especialmente poético, que vuela en este aire de septiembre que envuelve todo
en su tierno frescor... tan tierno como una presencia tangible que abraza el corazón...
Como siempre, pensamientos íntimos que agradecemos que compartas. Seguro que ese inmenso cielo, que esta ciudad no suele dejar ver, te sigue ahí.
ResponderEliminarFeliz tarde.
Un saludo y un beso...
Este cielo es mágico, si lo miramos a través del corazón, deja ver lo invisible.
EliminarUn saludo y un beso