Todo funciona según una regla “no
esperes el resultado inmediato”. En una conferencia interactiva de hoy con mis compañeros de trabajo dispersos por el mundo, hemos recordado como en el lejano 2005 se estaba
armando todo este “lío” que hoy día nos da de comer. Al surgir la idea, en la que
poca gente creía, a cada uno de nosotros nos había sido explicado claramente
con cuanto benificio económico podíamos contar en aquel momento. Fue
verdaderamente un mínimo al borde de un límite. La esencia de la oferta consistía prácticamente en trabajar para una
posible perspectiva, dando por satisfecho con lo poco que se ofrecía e invertiendo todas las fuerzas y energía en un proyecto que, en el caso de su
realización acertada, prometía a todos un porvenir radiante y
una estabilidad económica a largo plazo. Había pocas personas dispuestas a
aceptar tales condiciones. Casi todos abandonaban la entrevista a la mitad
diciendo que necesitaban el dinero en mano en vez de contar con una perspectiva
incierta. Pero había y de aquellos que lo aceptaron y son estas personas que
hoy día siguen formando parte de nuestro arriesgado equipo.
Sí, no era fácil trabajar apretados (empezabamos siendo cinco) en una pequeña habitación sofocante de la
sexta planta de un viejo edificio administrativo de los tiempos de la antigua
Unión Soviética cuyas ventanas daban a una fábrica metalúrgica envuelta en los humos de diferentes colores. A las ocho de la
mañana ya estabamos en marcha trabajando
a todo vapor. No terminabamos antes de las once de la noche. A veces sin pausa
para comer, calmando hambre nada más que con un bocadillo y un té, porque faltaba tiempo. Recuerdo, que incluso mi
padre, un gran emprendedor, más de una vez me decía que dejara ese asunto al
ver el estado en el que regresaba a casa prácticamente cayendo sobre la cama
sin ser capáz ni de quitarme los zapatos. Alguna intuición interior me
alimentaba a mis 22 años y me motivaba a seguir adelante.
Mi primer viaje a la República Checa,
en el frío invierno de 2005, se acabó con un fuerte constipado y una carpeta
gorda de los primeros contratos firmados. La tarde antes de coger vuelo para regresar a Ucrania, tomaba paracetamol con un vaso de vino caliente brindando por el éxito
de aquel proyecto recién nacido. Primeros dos años de nuestro trabajo seguían
con el mismo ritmo inhumano del sueño corto y del día laboral sin norma. Los
viajes íban surguiendo más a menudo, la frecuencia de los vuelos tuvo que dar fin a mi
miedo de volar. Una habitación sofocante se cambió por una oficina decente, las
meriendas con un bocadillo por las comidas en buenos restaurantes, los hoteles
de los viajes íban subiendo categoría. El trabajo de nuestro equipo poco a poco se hizo tan
organizado que parecía que estaba trabajando un único superhombre capáz de cumplir
décenas de tareas al mismo tiempo.
Y así seguíamos de día en día... accelerando el ritmo... y así, cada uno de nosotros pudo cubrir sus necesidades y cumplir sus proyectos vitales gracias a creer en una idea y a seguir trabajando sin esperar benificio
inmediato, sintiendo una gran satisfacción de cumplir su tarea. Y así funciona, lo más importante es
recordar que el deseo de abandonarlo todo siempre llega a ser más fuerte en el
momento cuando estás más cerca que nunca de conseguir lo que quieres.
Una gran reflexión y cita para tener presente siempre:
ResponderEliminar"lo más importante es recordar que el deseo de abandonarlo todo siempre llega a ser más fuerte en el momento cuando estás más cerca que nunca de conseguir lo que quieres".
Un saludo
Gracias por leerme... qué mejor, para el que escribe, que saber que su lector encuentra algo útil en ese torrente de pensamientos convertidos en líneas.
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